DSC_0063Corría el verano de 2011 y estábamos viendo por televisión, con mucha envidia y pena por no poder estar allí, la retransmisión de la JMJ desde Madrid. Un gran vendaval se levantó en Cuatro Vientos. Pero a pesar de la fuerte lluvia y el viento el Papa Benedicto XVI terminó su mensaje a los jóvenes. Aplausos, gritos y canciones de los jóvenes corearon el final del discurso. En ese momento, en un lado del gran escenario, se alzó lenta y majestuosamente la impresionante custodia de la Catedral de Toledo. Un silencio sepulcral se hizo en medio de la algarabía y miles de jóvenes cayeron de rodillas a Adorar al Santísimo Sacramento. Nosotros hicimos lo propio en el salón de nuestra casa; no es lo mismo que estar allí presente pero era lo mejor que podíamos hacer con tres niños de 2, 4 y 6 años durmiendo en las habitaciones.

Cuando todo acabó estuvimos comentando que debido al ajetreo de la vida familiar, no disponíamos de tiempo para la oración personal. ¡Qué bueno sería disponer de algún espacio de oración y meditación con el Santísimo! Desafortunadamente, era difícil por nuestros horarios y el lío de los niños.

Pero Dios tiene sus propios planes y nos tenía una gran sorpresa reservada. Al reanudar las reuniones del grupo de Lectura Creyente al que pertenecemos, Álvaro nos contó muy ilusionado su nuevo proyecto ADORAR. ¡Era exactamente lo que necesitábamos! Un largo espacio de oración y meditación, sin compromiso férreo que nos obligase acudir todas las semanas y en un horario que se amoldaba bien a nuestro ritmo de vida. ¡Gracias Señor, gracias Álvaro!

_MG_9265

Desde el primer día quedamos encantados con el planteamiento. Tras la Eucaristía y la exposición del Santísimo, se crea un ambiente muy especial. Las luces atenuadas, las velas, la música de los jóvenes, los textos leídos lentamente, el silencio… sobre todo el silencio. Un silencio que poco a poco apaga los ecos de la jornada que termina y nos deja a solas, cara a cara en presencia de Dios. Un silencio que nos invita a olvidar todo lo que nos rodea y a mirarle sólo a Él, a pensar sólo en Él, a adorarle sólo a Él. Parafraseando a San Pedro en el Tabor podíamos también afirmar: “¡Qué bien estamos aquí!” Y sin saber cómo ni porqué vamos contándole a Él todo lo que nos preocupa, lo que nos confunde, nuestros miedos e inquietudes. Y al ponerlo en al altar junto con nuestra vela, parece que también esas preocupaciones se consumen como la cera, se hacen pequeñas e incluso desaparecen, porque nos hemos abandonado en Él.

Pero el cansancio y la rutina del día a día pudieron con la ilusión primera, y nos hizo inconstantes. El proyecto siguió adelante, cada día más gente nos hablaba de Adorar, pero nosotros ya no acudíamos regularmente y nos excusábamos: estoy cansado, es que hoy hace muy malo, acabo de subir y ya no me apetece volver a salir….

DSC_0236Sin embargo, este verano todo cambió de nuevo. Nuestros dos hijos mayores, María y Alejandro recibieron en Junio su Primera Comunión. Con ese motivo les propusimos acudir uno de ellos cada jueves a Adorar, junto con uno de nosotros. La oración junto a nuestros hijos nos llena de alegría e ilusión, pero sobre todo de Esperanza, sí con mayúscula. Esperanza de que estos momentos junto a Jesús vayan forjando en su corazón las ganas de conocerle y de tratarle cada día más. Esperanza de que Cristo les conceda un corazón de carne que les ayude a ser generosos, compasivos y misericordiosos a lo largo de su vida. Esperanza de que en los momentos difíciles y de tribulación por los que tengan que pasar en sus vidas y que no podemos evitar, por mucho que como padres nos gustaría protegerles, recuerden que tienen Alguien en quien confiar, a quien acudir y que nunca les abandona, ni les va a fallar.

En definitiva con la esperanza de que nuestros hijos tengan la gran experiencia que supone el encuentro personal con Cristo, que nosotros tuvimos la gran suerte de vivir. Sólo desde esa experiencia de encuentro personal, de respuesta ante una llamada, es cómo entendemos que se puede vivir en nuestra sociedad actual, una vida sincera, libre y verdadera. Y que ese encuentro sea el primer paso para seguirle y para no dejarle nunca.

IMG_1644Cuando les preguntamos a ellos, a María le gusta poner velas, rezar por nuestra familia, por los pobres y por ser cada día mejor, y la música que toca Joaquín. A Alejandro le gusta mucho porque puedes hablar con Dios, estar con Él, pedir por los enfermos, por los miembros de la familia que están en el cielo y además puedes confesar.

Como dijo San Juan Pablo II, el matrimonio es una comunión de personas que por amor se desborda en una comunidad de personas que es la familia. Así el Proyecto Adorar para nosotros ha pasado de ser un anhelo personal de tiempos pasados (las JMJ que vivimos de jóvenes) a convertirse en una experiencia de oración familiar. Un momento de intimidad con Cristo que compartimos con nuestros hijos, y que nos une también más a ellos.

La guinda de esa “escapada nocturna” es tomarnos un pincho y charlar un rato tranquilos sobre sus cosas, sin la “competencia” con sus hermanos por la atención de los padres que supone la vida familiar. Estos momentos nos ayudan también para crecer en su confianza y buscar momentos de encuentro que puedan ser mantenidos en el tiempo, incluso en la temida adolescencia. Confiamos en que todos estos ingredientes juntos supongan para ellos, en un futuro, un grato recuerdo, en el que sus padres oraban con ellos y les escuchaban.

¡Qué más podemos pedir como padres!

DSC_1010

Laura, Jose Luis, María, Alejandro y Sofía.

Febrero 2016