A veces resulta difícil abrir el corazón y dejar que el mundo conozca aquello que nos llena por dentro. Supongo que es por culpa de esa tendencia al egoísmo que hace que nuestra cabeza, basándose en una lógica humana, nos diga “si lo compartes, lo pierdes”. Creo que eso es lo que más me atrae del Señor: como rompe todas las relaciones lógicas y hace todo nuevo, más grande y bello.
Soy Isabel, tengo 22 años y soy maestra de infantil. Desde pequeña me he sentido atraída por el misterio de la Eucaristía. Me acuerdo que hace algunos años, cuando todavía no existía el Proyecto Adorar, los jueves había una hora de adoración en la catedral. Reconozco que no siempre iba de buena gana, porque como adolescente se te ocurren un millón de cosas que hacer mejores que sentarte en un banco de la catedral durante una hora, pero aun así sentía que debía ir, algo (más bien Alguien) me llamaba a estar allí, sólo mirándole y dejándome mirar. Tengo que decir que, por mi forma de ser, soy una fan de las oraciones personales, la contemplación, el silencio, sin nadie más que el Señor. En este sentido Adorar me ha ayudado mucho a vivir la oración desde la comunión con la comunidad, con mi parroquia. Ahora estoy segura de que no hay nada más grande que estar en la presencia del Señor rodeada de gente que le ama tanto o más que tú. Y cuando esas personas son también importantes para ti la experiencia es inexplicable. Eso es Adorar.
El Proyecto Adorar es un detalle más de ese amor loco e incomprensible del Señor del que hablaba al principio. Son innumerables las Gracias que se han repartido delante de esa custodia y es un auténtico regalo que el Señor siga bendiciéndonos con otro curso más de jueves a sus pies. Durante estos cinco años (sí, ya estamos en el sexto cursos… es increíble) hemos pasado momentos de todo tipo y mirando hacia atrás con perspectiva, es impresionante pensar que cada jueves, el Rey de reyes, el Amor mismo, nos ha estado esperando para consolarnos, para animarnos, para bendecirnos, para mostrarnos su Amor… en resumen, para hacernos felices. Y por si esto fuera poco impresionante, lo cierto es que no nos esperaba a nosotros de forma general, sino que nos buscaba a cada uno: me esperaba a mí, te esperaba a ti.
Disfrutando de esta experiencia todos los jueves, no sólo te llevas todos los regalos que el Señor le hace a tu alma, sino que puedes descubrir levemente cómo también trabaja en las almas de todos los que pasan por allí. Todavía se me ponen los pelos de punta cuando ves a matrimonios o parejas de novios que ese jueves no se quedan embobados mirándose a los ojos, sino que juntos miran hacia un mismo lugar, y ese lugar es la custodia y en el centro Dios mismo, que estoy segura de que en ese momento sonríe orgulloso de ese amor y hace que se parezca un poco más al suyo. En el fondo eso es lo que hacemos todos en Adorar: dejar de mirarnos para mirarle a Él, dejar de hablar para escucharle a Él. Es una cuestión de Amor. Te lo aseguro, el Amor de tu vida te espera todos los jueves del curso en la parroquia de la Anunciación, mírale y déjate mirar.
Isabel Ibáñez