Yo estuve entre aquellos miles de jóvenes que vivieron intensamente la famosa JMJ de Madrid de 2011 junto al Papa Benedicto XVI. Por aquel entonces, no tenía ni idea de qué era eso de Adorar al Santísimo o qué era una Custodia, pero cuando apareció la Custodia de Toledo en la Vigilia de Cuatro Vientos, yo también caí de rodillas junto a mis compañeros, envueltos en un silencio de oración sepulcral. Volví de la JMJ “tocada” e impresionada, sintiendo que había vivido algo especial y con la necesidad de querer más, aunque todavía no sabía el qué.

La respuesta llegó en forma de un grupo de amigos, que me hizo aterrizar en la parroquia La Anunciación de Santander. Hasta entonces yo era la “sin parroquia”, iba y venía, pero sin estar arraigada en ningún lugar en concreto. Así en octubre de ese mismo año (2011), dio comienzo el “Proyecto Adorar”.

Al principio, me dejé llevar cada jueves, asistiendo para tener un momento de encuentro entre amigos, pero poco a poco descubrí que era aquel “más” que yo buscaba al volver de la JMJ.

Descubrí que era mí momento, Nuestro momento. Esto hizo que me fuera involucrando cada vez más en el proyecto: ayudando en la preparación del ambiente o apoyando los cantos y las lecturas.

Entre las prisas, agobios y tensiones de la semana, Adorar se convirtió en mi desierto y en mi válvula de escape. Organizaba mi agenda dejando libre la tarde-noche de los jueves para poder quedar con El. Es la oportunidad de sentarme cara a cara con el Señor, de vaciar el corazón, cumpliendo eso de “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Mt 11, 28. En mi día a día, entre mi trabajo como maestra, los estudios que realizo a distancia, las clases de inglés y demás historias, me resulta muy difícil encontrar un momento de paz y sosiego para orar, para estar tranquila, en definitiva para cuidar mi relación con Dios.

Por eso Adorar me ofrece el ambiente perfecto, para que, al menos una vez por semana, pueda tener ese encuentro con el Señor. Y aunque a veces me dejo llevar por el cansancio y la pereza, y no asisto, cuando vuelvo siento ese abrazo del Padre que se alegra al ver regresar a su hija a casa.

 

Estaré eternamente agradecida por los frutos que este proyecto ha dado en mi vida. Algunos de mis mejores amigos, ya como hermanos, han surgido de este entorno, también junto al Señor he tomado decisiones importantes de mi vida, como fueron volar como voluntaria a India (2012) y a Argentina (2015).

Es por eso que iniciativas como esta no deberían perderse. Invito a todos los jóvenes que se acerquen, que lo conozcan y que se dejen amar por El.

 

Raquel GC